domingo, 13 de marzo de 2011

TEXTO DE CÉSAR BRACAMONTE

Una casa a la deriva tras el terremoto y el tsunami en Japón.

Foto de Dylan McCord, de la marina norteamericana (Mass Communication Specialist 3rd Class )


En el fondo de mi oficio, veo con destreza como muere gente con todo el mar en la boca, diminuto es, ante tanta gorja, debo adivinar que en oriente llueve por fuera y dentro de los cuerpos, y lo más terrible es que a veces la garúa es por siempre.


La vida a flor del mar, las viudas gritan desde riscos, el mar llegó en el desayuno sació su sed de vidas y regresó con sus peces de colores en la panza, de nada valió la palabra tierra firme.

Las noticias viajan dice mi vecino nipón, pero más viaja el mar que vino con la muerte a salvar vidas, vino sobre puentes y montañas, vino a la iglesia de todos los santos al paladar de Kesennuma a saldar una cuenta pendiente con el samurái del dojo que se libró y sigue solvente.

En el fondo de mi oficio leo quien saldó con la suerte de un decimo piso, quien flotó mar adentro bajo el frio y enormes tumbas, la traducción es mala y el ancla de mi oficio confunde rio de muerte con rio por suerte, la traducción es mala y cambia el rumbo de la muerte, ahora llueven misiles sobre tierras ajenas y las balas descansan silenciosas en la barriga de los niños.

El sol de oriente está oscuro, llueve temprano, el mar desayunó con frio en un café de la ciudad.

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